Se denomina crioterapia al conjunto de técnicas que utilizan el descenso de la temperatura corporal como método terapéutico. Para ello se utilizan sistemas como baños, aplicación de compresas heladas, masajes con hielo, pulverizaciones refrigerantes o aplicación de sustancias que generan frío.
Las aplicaciones de la crioterapia van desde la celulitis a la flacidez pasando por las adiposidades localizadas y la eliminación de verrugas; ya que el frío tiene un efecto tensor sobre la piel -al estimular la contracción de sus fibras elásticas- y sobre el metabolismo de la grasa.
El descenso de la temperatura puede ayudar a mejorar el contorno de aquellas zonas del cuerpo en las que se acumula la grasa no deseada como los glúteos, las caderas o el abdomen.
Cuando aplicamos temperaturas menores a la del cuerpo (que es de 37º C) sobre la piel, la primera consecuencia será la vasoconstricción, es decir, el estrechamiento de los vasos sanguíneos como acto reflejo. Esto se evidencia en repentina palidez de la zona. Esta situación desencadenará en nuestro organismo distintos procesos con el fin de restaurar el equilibrio térmico.
Principalmente, se estimulará una aceleración de la circulación para poder elevar la temperatura. De esta manera, se produce un gasto calórico y un aumento en la velocidad con la que los glúcidos y las grasas son metabolizados.
En consecuencia, se puede destruir tejido adiposo de forma localizada, tensar la piel, y endurecer los músculos de la zona.
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